Semana del 9 al 15 de julio de 2001 (Número 7)

QUE IBARRETXE SE DECIDA: PAZ O INDEPENDENCIA

La encrucijada puede que para Ibarretxe sea difícil de dirimir, pero eso no impide que la postura a tomar deba ser meridiana. Es decir: aquí ya no se puede andar con más ambigüedad, o el lehendakari y su gobierno se fijan como meta principal la lucha contra ETA o, por el contrario, buscan de manera descarada su objetivo primero y último, la independencia.

El panorama político surgido de las autonómicas permite que los nacionalistas refuercen sus convicciones y, al mismo tiempo, aviven sus exigencias. Pero no deben olvidar -la mayoría de los políticos lo hacen- que un gobierno debe gobernar para todo un pueblo, respetando todas las sensibilidades que haya en el seno de su sociedad. Y en el País Vasco ni todos son nacionalistas-separatistas ni españolistas que apuestan por el respeto del Estatuto.

Convocar un referéndum no es un pecado o algo inadmisible. En toda democracia está contemplado que se haga y hay cauces establecidos para ello. Quizá el problema esté en establecer cuál sería el número mínimo de vascos que diga sí o no para que se conceda el autogobierno o se denegue.

Esta aspiración, la del referéndum, es lícita. Pero se le podría lanzar una pregunta a Ibarretxe y, en especial, al gobernante en la sombra Arzalluz: ¿se puede anteponer un objetivo político al principio fundamental del derecho a la vida? Que le respondan a los vascos y a las víctimas.


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