Lunes, 6 de junio de 2005

NUESTRAS FIRMAS
El anteojo
Etiquetando a los mejores
por Matías Cobo

Siempre he recelado de las listas que, como si se tratasen de tablas clasificatorias deportivas, ponderan manifestaciones artísticas. En EE.UU. se ve que determinados medios suelen ser amigos de tales estimaciones parciales y tan tendentes a barrer para casa con sospechosa facilidad. Me imagino que lo perseguido con la publicación periódica de estas enumeraciones es lograr, por parte del medio, una cuota de protagonismo añadida a la que de por sí ya tienen. Time acaba de sacar su lista con las 100 mejores películas de la historia. No me extrañaría que remoce este listado y revise algunas de sus inclusiones actuales dentro unos cuantos años. Rolling Stone es otra aficionada a hacer lo propio en el campo musical, sembrando indignación entre los fans de los grupos excluidos o maltratados. Una veces valoran las mejores bandas de pop, otras las de rock, también lanzan estimaciones genéricas sin la pertinente parcelación por estilos, clasifican, asimismo, las mejores canciones y, cíclicamente, sacan estas listas en números especiales cuyas ventas se multiplican respecto a tiradas convencionales.

Aquí, casi toda la prensa nacional no ha dudado al destacar el “éxito” de que Hable con ella fuera designada como la mejor de la actual década. Sin reparar nadie, o casi nadie, en lo absurdo de esta última mención, pues, si las cuentas no fallan, todavía quedan cinco años para alcanzar el 2010. El penúltimo film de Almodóvar, que le valió un Oscar en la categoría de mejor guión original, es quizá uno de lo más completos de su carrera tanto por su rica historia llena de matices como por la depuración estética alcanzada por el cineasta manchego en esta cinta. Siendo esto verdad, entiendo desproporcionado el hacerles el juego a estos listados sesgados y cuyo principal fin es el autobombo del medio emisor.

Estas alegrías por los logros de nuestros compatriotas no siempre concitan tanta unanimidad en este país, capaz de hundir a sus mejores creadores con la misma facilidad con la que los enaltece. Pero el caso de Almodóvar, en general, siempre ha aunado en torno a él una febril filiación mediática que luego, en las tertulias de calle, no suele obtener una anuencia tan similar. No objeto nada al gran director Almodóvar, pese a que considere sobrevaloradas muchas de sus cintas, pero sí el exceso de promoción dispensada a un personaje que peca de una locuacidad inoportuna e indocumentada en sus declaraciones. Pero tampoco quisiera censurar el exceso de atención dado a las ideas políticas de alguien con tan poco ‘mobiliario’ intelectual sobre tal ámbito; afirmaciones suyas ante la prensa internacional tan desnortadas como el “intento de golpe de Estado del PP” en los días previos al 14-M son bastantes elocuentes a este respecto.

Me molesta más el que se ultrapromocione a quien no lo necesita y, sin embargo, no se ofrezca el necesario apoyo a creadores de indudable talento, pero menos expertos a la hora de usar con maestría el marketing promocional. Directores como Fernando León de Aranoa, quien ha rubricado algunos de los últimos filmes nacionales más brillantes y comprometidos a la par, no tienden a buscar compulsivamente los focos. La calidad de su trabajo es su aval, lo que debería generar un apoyo más decidido entre estos medios tan selectivos a la hora de respaldar a unos o a otros. Sólidos creadores como Enrique Urbizu, quien filmó en 2003 la interesante La vida mancha, o Martín Cuenca, autor de la bella y misteriosa La flaqueza del bolchevique, tampoco figuran entre nuestros referentes cinematográficos actuales más alentados. Y hablo de creadores de prestigio y con suficiente crédito para seguir regalándonos grandes filmes, aunque entiendo que, tras ellos, habrá una larga cola de gente con talento y buenas ideas pero con nulo o escaso apoyo.

Si los focos no apuntasen con tanta insistencia hacia los Almodóvares o Amenábares, probablemente el cine español no estaría lastimándose permanentemente de su falta de éxito entre nuestro público. Porque la calidad se abre paso, sí, pero el tener mejor acceso a su disfrute también ayuda.



 

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