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Análisis deportivo
Lunes, 8 de marzo de 2004
FÓRMULA 1 | G.P. AUSTRALIA | CRÓNICA
Diez segundos para una victoria


Iñigo
Galparsoro


Alonso no vaciló en ningún momento a lo largo de la carrera, y fue el único piloto que rodó en los mismos tiempos que los pilotos de Ferrari, circunstancia que viene a dar buena cuenta de la valía del español, y más teniendo en cuenta que conducía una mecánica inferior
L ALEMÁN Michael Schumacher, no dio lugar a la sorpresa y se impuso en el exigente circuito de Albert Park, primera cita del Mundial. Alonso se alzó al tercer peldaño del podio tras realizar una gran salida.

Antes del comienzo de la carrera, los boxes no hablaban alemán. Todo parecía haber cambiado: nuevos pilotos, exóticos circuitos, … incluso se hablaba de candidatos a un título que en los últimos años había estado reservado para el más grande, Michael Schumacher. En definitiva, se ponía en duda la supremacía del alemán. Sin embargo, solo le hicieron falta diez escasos segundos para revertir esta absurda situación. En un abrir y cerrar de ojos, el seis veces campeón del mundo se amarró a la primera plaza y no la soltó hasta la bandera de cuadros. Había hecho callar a los más osados.

Fue una carrera corta y sin misterio, donde los Renault no acusaron la nueva reglamentación en las salidas. No importó que el arranque fuera manual. Alonso, taponado por Button, tuvo que echar mano de su genialidad: se escoró a la hierba de la recta y esquivó al británico con una gran maniobra en la que puso en vilo a los miles de aficionados que se dieron cita en el abarrotado Albert Park. Ello le permitió también pasar al colombiano Juan Pablo Montoya y situarse en tercer lugar de la carrera. Posición que no abandonaría hasta el final. Lo demás apenas se salió del guión más monótono, a pesar de las nuevas reglamentaciones. Ni salidas, ni grandes adelantamientos. Nada.

Eso sí, el trazado de este Gran Premio de Australia sirvió para aclarar varias cosas y acallar muchos rumores. Michael Schumacher merece un respeto, por algo ha logrado seis campeonato y por algo ello le convierte en el piloto más laureado de la historia, por delante incluso del mismísimo Fangio. Y Ferrari sigue siendo mucho equipo, a pesar de que quieran destronarle con argumentos como los de la edad de Michael (35) o sus neumáticos Bridgestone (¿Se ha notado hoy en algún momento?). Barrichello, por su parte, fue nuevamente fiel escudero del alemán y logró una meritoria segundo plaza, algo que confirma a los Ferrari en el liderato provisional del Mundial.

Primer Gran Premio, primer batacazo. Las grandes escuderías –aspirantes al título- han recibido un severo correctivo. Williams se estrenaba con un revolucionario morro, que apenas le sirvió para situar a sus pilotos, Ralf Schumacher y Montoya, cuarto y quinto respectivamente. Peor parado resultó McLaren: Raikonnen quedó fuera por problemas en la caja de cambios y Coulthard salvó el honor de la escudería con un discreto octavo puesto. En definitiva, toda una advertencia para dos escuderías que mucho tendrán que trabajar si quieren hacer sombra a Ferrari.

La otra cara de la moneda fue Renault. Con unas aspiraciones menores y con más humildad en sus pilotos, la escudería dirigida por Flavio Briatore completó un gran papel, situando a Alonso en un extraordinario tercer lugar del cajón. El astur no vaciló en ningún momento a lo largo de la carrera, y fue el único piloto que rodó en los mismos tiempos que los pilotos de Ferrari, circunstancia que viene a dar buena cuenta de la valía del español, y más teniendo en cuenta que conducía una mecánica inferior. Trulli realizó un trabajo más oscuro, pero su constancia y lucha con Button y Montoya al final le valieron dos puntos. Un buen premio en un campeonato que apenas premia las victorias.

No hubo espectáculo, pero sí un campeón que sólo necesitó de diez segundos para alzarse nuevamente a lo más alto. Se nota que el alemán disfruta en la pista, vive al volante y siente las victorias. Ése es su gran secreto. Por eso sigue siendo el mejor. Hasta que la carrera demuestre lo contrario.


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