Martes, 24 de abril de 2001
Volvemos a las andadas
O HAN hecho más que empezar las primeras soflamas electorales en Euskadi y PSOE y PP vuelven a defraudarnos. Otra vez se hace bueno aquel principio que se suele aparejar a la clase política y que dice que ésta no ve más allá de la próxima votación. Sus objetivos y proyectos, cuando están en el gobierno, sólo están destinados a la pervivencia en el poder. Y al contrario, si están en la oposición, sus críticas y denuncias sólo intentan el descrédito por el descrédito para conseguir el "quítate que ahora me pongo yo". No sé si será algo connatural a su condición de políticos, pero ya es triste que de nuevo destrocen las ilusiones que ellos mismos parecían querer gestar con el pacto por las libertades subscrito. Y es que una vez que los políticos se ponen el traje de oradores electorales, o lo que es lo mismo: de embaucadores profesionales, éstos son capaces de hasta vender a su madre o de pactar con el diablo. Todo sea por conseguir la poltrona. Por eso, las esperanzas que se depositaron en el pacto firmado por PP y PSOE fueron claramente yermas.
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Zapatero y Arenas firman el pacto "por las libertades y contra el terrorismo".
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De cara a la galería quedaba muy bien firmar el pacto y salir en la foto diciendo que el compromiso era rotundo y sincero. Pero, obviamente, esto sólo respondía y responde a la recreación de una imagen que nada tiene que ver con la realidad. Y la realidad es que tanto el PP como el PSOE son enemigos políticos y, en el circo electoral, siempre se van a comportar como tales. Los que abrigábamos un espíritu de seriedad y firmeza en el citado acuerdo lo hacíamos porque, ante la gravedad del problema, creíamos que populares y socialistas abandonarían su sempiterna búsqueda de rentabilidad electoral. Pensábamos que quizá ahora sí podría cuajar este intento porque esto era algo que la sociedad vasca y española demandaban. Pero ya se está viendo que no, que prima mucho más el oportunismo de la inminente cita con las urnas que la imperiosa necesidad política existente en Euskadi. Allí, la remota posibilidad de un gobierno no nacionalista parece que se desvanece, al menos si siguen por esa senda PP y PSOE.
Las encuestas no han aclarado mucho quién será el futuro lehendakari. Aún hay esperanzas para invertir la tortilla en el País Vasco y lograr un gobierno que esté dirigido por partidos de ámbito nacional. Pero si los dos partidos con capacidad para recabar más apoyos en el País Vasco no se dejan de dimes y diretes y abandonan las discusiones superfluas, difícilmente se podrá alcanzar el objetivo apuntado. Ni PP ni PSOE, por separado, podrían obtener una victoria electoral. Eso es obvio, y más aún si contamos con que el PNV se unirá con EA e incluso con Otegui y compañía si se ve muy apremiado en votos. Por tanto, no caben más enfrentamientos infantiles ni representaciones teatrales. Si se quiere desbancar al PNV del poder e intentar combatir la lacra terrorista desde un gobierno con vocación constitucional, ésta es la ocasión para ello. El PSOE y el PP deben mancomunar sus votos si quieren alcanzar el gobierno de Vitoria y, para ello, se hace inexcusable la consolidación de una postura común. No basta con la sintonía en el fondo —ésa la damos por hecha—. Hay que mostrar un mensaje semejante y una predisposición clara hacia el fin ansiado por todos: la erradicación del terrorismo y el logro de la paz y la libertad.
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