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CRÍTICA - A COCK AND BULL STORY
Winterbottom se pone cachondo


MATÍAS COBO @ (San Sebastián).- Sábado, 17 de septiembre de 2005

Los cómicos británicos Steve Coogan y Rob Brydon, protagonistas de la película.
Título: A cock and bull story (Historia de una polla y un toro)
Género: Comedia
Dirección:Michael Winterbottom
Interpretación: Steve Coogan (Tristram Shandy/Walter Shandy, Rob Brydon (Capitán Toby Shandy), Keeley Hawes (Elizabeth Shandy), Shirley Henderson (Susannah), Dylan Moran (Dr. Slop), David Walliams, Jeremy Northam, Benedict Wong, Naomie Harris, Kelly Macdonald, Elizabeth Berrington, Mark Williams, Kieran O'Brien, Roger Allam, James Fleet, Ian Hart, Ronni Ancona, Greg Wise, Stephen Fry, Gillian Anderson.
Guión: Martyn Hardy, basado también en la obra de Laurence Sterne, 'Vida y obras del Caballero Tristam Shandy'.
Fotografía: Marcel Zyskind
Música:Michael Nyman
Productores ejecutivos: Kate Ogborn, Julia Blackman, Jeff Abberley, David M Thompson, Tracey Scoffield, Henry Normal
País: Reino Unido (2005)
Duración: 107 minutos
Fecha de estreno de en España ?
E DE confesar que no me esperaba semejante arrebato de humor epatante de Winterbottom antes de ver su A cock & bull story (Historia de una polla y un toro). Semanas atrás había visto un film suyo, Código 46, a caballo entre la ciencia ficción y el drama romántico que me dejó bastante indiferente. Y antes de esta disparatada comedia, presentada a concurso en San Sebastián, este director también había estrenado aquí 9 songs, un drama de alto contenido erótico. Este copernicano cambio de género subraya la indiscutible capacidad del británico para pasar de un registro a otro. En este caso, creo que sí ha rubricado un film redondo al fusionar en un mismo guión la adaptación de una novela inadaptable, Vida y opiniones del Caballero Tristram Shandy, y una historia metadiscursiva en el que ironiza sobre el loco mundo del cine y las vicisitudes que atraviesan los involucrados en un rodaje.

Los primeros treinta minutos transcurren a un ritmo frenético a partir de un diálogo absurdo en el que los dos protagonistas charlan sobre la “no blancura” de los dientes de uno de ellos. A continuación, abandonan la sala de maquillaje y ambos comienzan a encarnar los papeles de la película que ruedan: la adaptación de la inclasificlable y burlona novela de Laurence Sterne. Al tiempo que ruedan, Steve Coogan se interpreta a sí mismo, se dirige a la cámara y opina sobre cómo encarnan los niños a su personaje, Tristam Shandy, durante la infancia. Resulta de lo más cómico verle criticar la actuación de uno de ellos cuando se recrea el momento en el que Shandy se pilló el pene con una ventana. “Mira, pues creo que no debería chillar así, parece forzado; creo que debería hacerlo de otro modo…” O más hilarante y surrealista resulta el interminable parto del que nacerá Shandy, en el que la madre está a punto de reventar mientras los hombres de la casa, tranquilamente, charlan sobre batallas del pasado a la espera de que llegue el doctor con un fórceps para el parto; el artilugio médico llegará pero, dado lo poco perfeccionado que estaba para siglo XVIII, dejará a Shandy marcado de por vida con una nariz aguileña.

Winterbottom ha rubricado un film redondo al fusionar en un mismo guión la adaptación de una novela inadaptable, 'Vida y opiniones del Caballero Tristram Shandy', y una historia metadiscursiva en el que ironiza sobre el loco mundo del cine y las vicisitudes que atraviesan los involucrados en un rodaje

Tras el vertiginoso arranque, el ritmo se normaliza pero sin perder la comicidad de las situaciones vividas en un rodaje caótico. Se muestra la habitual rivalidad de vanidades que existe entre actores y, al tiempo, productores, guionistas y actores opinan sobre películas o actores que les gustan o disgustan. Aquí, Winterbottom se despacha a gusto con algunos colegas de profesión (la pulla al cine americano más comercial es evidente) y también alaba a sus favoritos. Los productores, como suele ser norma, ponen en tela de juicio el derroche de dinero para ciertas escenas, mientras que actores y directores defienden su postura para preservar el resultado artístico.

Y aunque se alojan en hoteles caros y ganan bastante dinero, los actores, como le ocurre al genial cómico Steve Coogan, también pasan sus pequeños baches, inseguros y temerosos de sus capacidades a veces, y malsanamente envidiosos con el éxito ajeno y el halago al compañero/rival. Además, como su sempiterna inmadurez les lleva a cometer algún que otro pecadillo sexual, han de rendir ciertas servidumbres a la prensa para sepultar tales deslices. Y para más inri, en una jornada tan intensa donde se mezclan estos avatares con las llamadas del agente proponiendo nuevos trabajos, apenas pueden atender sus deberes como buen padre y cumplir con su compañera en la cama. En definitiva, una vida caótica de la que el guionista Martin Hardy ha sabido sacar una original comedia aliñada con la típica flema británica.

Imagen del film.
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Pero Winterbottom, que no ha querido ser tan cruel, se apiadó de unos personajes a los que no ha mostrado invariablemente caprichosos o quejicas. También les dejó expresar una parte más humana y cálida que no suele aparecer cuando el ombligo de uno acapara la propia vida. Aunque, en el caso de los artistas y gentes del espectáculo, quizá se les pueda disculpar un cierto exceso de ego por mor de una profesión tan escrutada y sometida constantemente a la opinión del público.

Al término del film, nuestros protagonistas, los guionistas, productores, actores y el director que habían adaptado la vida de Tristam Shandy, presencian en una pequeña sala una primera proyección de la cinta. Parecen no estar muy satisfechos con el resultado, pero los dos protagonistas, ajenos al tostón visto, vuelven a hacer el lelo y a picarse el uno al otro retomando el absurdo y cómico diálogo del principio. La comedia de Winterbotton no termina ni con los títulos de crédito; la inmadurez de los actores y sus alocadas vidas seguro que también seguirán más allá del The End.

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