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1993 se produjo el regreso de una de las bandas
de culto más influyentes y desconocidas
de la era pop, Big Star. El carismático
y arisco Alex Chilton, líder de la desafortunada
formación, tras enconadas luchas de egos
en el pasado con el malogrado Chris Bell, se avino
a compartir protagonismo con Ken Stringfellow
y Jon Auer, artífices de un grupo por entonces
en pleno despegue y que pregonaba a los cuatro
vientos su devoción por el legado de la
malograda banda de Menphis: The Posies. De esta
forma, un tipo iracundo y despótico que
en su adolescencia, allá por los sesenta,
pasó a la posteridad por ser el cantante
de la inmortal ‘The Letter’ al frente
de los Box Tops, no puso reparos a que Jody Stephens,
batería de la formación original
de Big Star, llamara a sus aventajados fans de
cara a una reunión preparada ad hoc para
una serie de conciertos que muchos presumían
como una gira para nostálgicos. No fue
así. Chilton no parecía ser una
vieja gloria almidonada, Auer y Stringfellow encajaban
a la perfección, y, en conjunto, sonaban
contemporáneos, creíbles. La buena
química de los cuatro, junto a la positiva
respuesta del público, les llevó
a incluso a sacar (de forma algo precipitada)
un disco en directo, sentándose las bases
para futuras colaboraciones en estudio. Palabras
mayores. Así fue como, en el 2001, Ken
y Jon se enteraron del interés de Chilton
por volver al estudio y grabar bajo la mítica
denominación de Big Star, un grupo que,
a contracorriente del virtuosismo progresivo en
boga en los primeros setenta, se empeñó
en aunar la frescura cristalina de los Beatles
o Byrds y la contundencia del rock, que inventó
el power pop siendo faro de formaciones posteriores
como Rem, Teenage Funclub o Plimsouls entre muchas
otras.
Hasta aquí la historia, ahora hablemos
de ‘In space’
Si tuviera que escoger un adjetivo, éste
sería ‘decoroso’. Treinta
años después de la grabación
de ‘Third/Sisters’ no se deberían
utilizar como patrón de medida los tres
primeros discos del grupo, sin embargo, es inevitable.
Por comparación, ‘In space’
es claramente inferior, pero es mucho más
de lo que muchos grupos actuales en boca de
todos son capaces de hacer. El espíritu,
la magia de los estudios de Ardent ya no volverán
nunca, y los renovados Big Star son los primeros
en dejarlo claro. Sin embargo, esto no impide
que las nuevas canciones sean capaces de conservar
la denominación de origen y no sólo
por tener un sonido reconocible, sino por su
calidad melódica. Yo dividiría
el disco en dos partes. Las primeras siete canciones
mantienen alta la reputación de la leyenda
con ‘Lady sweet’, triste y preciosa,
‘Best chance we've ever had’ y ‘Febrary’s
quiet’, dos joyitas de beat luminoso,
las tres destacando sobre las demás.
‘Turn my back on the sun’ es un
perfecto guiño a los Beach Boys (si está
de moda reivindicarlos, ¿acaso es criticable
que lo haga un grupo que precisamente fue de
los primeros en recuperar el legado de ‘los
chicos de la playa’ cuando eran poco menos
que unos apestados?), ‘Dony’, la
canción que abre el disco, parece salida
del túnel del tiempo, sonando a clásico
instantáneo, mientras que ‘Love
revolution’ y ‘Mine exclusively’
son dos ejemplos de vigoroso pop-soul.
De ahí en adelante el pulso melódico
decae en picado con temas que suenan a relleno
sin que la cruda jam session titulada ‘Makeover’,
tema que cierra ‘In space’, logre
a duras penas recuperar las constantes vitales
de un cedé al que le sobran minutos,
aunque no tantos como a algunos discos que últimamente
están siendo encumbrados sin criterio.
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