OMO NO podía ser de otra forma, el F.C. Barcelona se proclamó
campeón de liga tras su empate frente al Levante. Era sólo
cuestión de tiempo. El equipo de
Frank Rijkaard ha sido el
mejor a pesar de sufrir una epidemia de lesiones tras la que muchos vaticinaban
que le sería imposible aguantar toda la temporada. Con sus altibajos,
los catalanes han avanzado con paso marcial pisoteando la moral de un Real
Madrid que, hasta última hora, esperó un pinchazo que nunca
llegó. Los blancos, sin dramatismo alguno, han aceptado la derrota
con deportividad al no poder poner ningún
pero a un título
ganado con todo merecimiento.
Tras la celebración en el césped del estadio Ciudad de
Valencia y la juerga en las calles de la Ciudad Condal, el Camp Nou acogió
una fiesta a lo grande en la que disfrutaron como niños unos aficionados
que llevaban un lustro sin celebrar nada. Serrat, fuegos artificales,
aplausos... todo perfecto salvo por dos aspectos. En el primero es mejor
no entrar demasiado, puesto que el señor Carod-Rovira podría
obligarme —vía decreto ley del Gobierno de Zapatero— a escribir
mis crónicas y artículos en catalán, una lengua que
desconozco por desgracia. El orgullo de sentirse catalán es legítimo,
incluso el de no sentirse español, y cada uno enarbola la bandera
que le da la gana, pero los jugadores del Barça exhibieron banderas
independentistas (con la estrella roja). Salvo por algunas excepciones
ya conocidas (Oleguer), los jugadores que sí juegan con la
selección española deberían haber portado una senyera
catalana sin más; a quien respeta la diversidad ésta no le
ofende, pero quizá sí otro tipo de bandera. Definitivamente
olvidan que fuera de Cataluña hay cientos de miles de seguidores
del Barça y, en cada pueblo de Andalucía, en Cantabria o
incluso en Madrid, hay muchos aficionados que merecen un respeto.
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Samuel Etoo repitió hasta en seis ocasiones "Madrid, cabrón, saluda al campeón" ante el público del Camp Nou. |
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Temas polítiticos al margen, la celebración del título
tuvo otro borrón. Muchos recordarán esta victoria gracias
a los insultos proferidos por el camerunés
Samuel Etoo contra
el Real Madrid. Al
pichichi liguero se le calentó la boca
y soltó el ya famoso "Madrid, cabrón, saluda al campeón".
Aunque luego pidió perdón con la máxima sinceridad,
creo que el camerunés metió la pata. El Madrid no puso objeción
alguna al triunfo blaugrana y Etoo no debería olvidar que este club
fue el que le sacó de la miseria; no merecía, por tanto,
ser insultado.
El sonriente rostro del triunfal Etoo puede costarle caro a Florentino
Pérez, quien siempre deberá justificar su contribución
al rearme del eterno rival. Nadie lo entiende. Con el caso Etoo, el Barça
le devuelve al club blanco y a su presidente la bofetada del fichaje de
Figo. Y la torta se la han devuelto en ambas mejillas, pues el portugués
ya había dado al Barça sus mejores años de fútbol,
mientras que el camerunés llegó a Barcelona aún sin
explotar. Este chico, tan visceral e inmaduro como buen jugador, promete
darle a su club muchas alegrías en un futuro...; a no ser que se
cruce en su destino el tal dios Abramovic y se lo lleva para el
Chelsea. Ya veremos.
Etoo odia al Madrid por motivos obvios: le cerraron las puertas cuando
ya contaba con calidad sobrada para liderar el ataque blanco. Pero el origen
de estas andanadas quizá también esté en esa habitual
falta de personalidad de los extranjeros recién fichados, tan moldeables
a las consignas internas del club y casi siempre dispuestos a soltar
lo que desde allí les manden. Por ejemplo, todos los jugadores del
Barça gritaron al unisono el "Visca Catalunya", aunque poco
o nada les una a esta región a algunos de ellos. Y también
los foráneos del Celta claman contra el Depor, los del Espanyol
contra el Barça y los del Atlético contra el Real. Pero estas
poses de fan pierden toda credibilidad cuando, al año siguiente,
fichan por el eterno rival y cubren con vergonzosa amnesia lo dicho durante
su anterior etapa.. ¿Acaso no se recuerda aún a Luis Figo
gritando en el balcón de la Plaza de Sant Jaume "Madridistas, llorones,
saludad a los campeones"? Los jugadores extranjeros siempre han sido mercenarios
que se venden al mejor postor y, en cuanto aterrizan en un club, intentan
meterse a la afición en el bolsillo por el camino más fácil
y trillado: el del hincha. Eso sí, luego son los primeros en abandonar
el barco cuando éste se hunde para volver a buscar dinero fácil
allá donde esté. Sólo los que se criaron en el club
tienen derecho a defenderlo, aunque sea, a veces, con insultos hacia el
rival. Ellos cuentan con el el aval de sentir los colores como un aficionado
de siempre y, salvo rarísimas excepciones, no suelen desertar para
irse al ejécito enemigo. Raúl, Torres
(quien quizá deba marcharse para ganar un gran título), Casillas
o Puyol nunca harían eso. Como ya han hecho otros de su nivel,
probablemente, optarían antes por irse al extranjero (Hierro).
Y en jugadores como éstos reside la verdadera valía de un
club, pues ellos sí están dispuestos a morir con las
botas puestas en favor de sus colores.
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